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9.5.25

🧵 Diario de una Tejedora en Apuros - Día 4

Día 4: Cuando la aguja de coser se convierte en tu mejor amiga... y en tu peor enemiga

Hoy tuve un reencuentro.
Yo y la aguja de coser, esa que había dejado olvidada en un rincón desde que la máquina de tejer circular llegó a mi vida como la nueva estrella del taller. Pero claro, no todo se teje: algunos detalles hay que coser a mano, con cariño... y mucho cuidado.

O eso creí.

Me senté decidida, aguja en mano, hilo perfectamente enhebrado (después de tres intentos y un grito ahogado). El objetivo: cerrar la parte final de un gorro con una costura invisible. Fácil, ¿verdad?

FALSO.

La aguja tenía otros planes: me atacó sin piedad.

Pinchazo uno: tolerable.
Pinchazo dos: molesto.
Pinchazo tres: ya hablaba sola.

🩹 Cosas que me pasaron cosiendo hoy

  • Me pinché cinco veces (de las cuales dos fueron en el mismo dedo).

  • El hilo se hizo nudo… dentro del gorro. ¿Cómo es eso posible?

  • Descubrí que coser en una postura rara puede llevar a calambres existenciales.

✂️ Consejo que me repito como mantra:

Nunca subestimes una aguja.
Pequeña, sí. Inofensiva, no.


🧵 Lo bueno de la costura a mano


A pesar del drama, también hubo momentos zen. Cuando logré que la costura quedara recta y cerrara el gorro perfectamente, sentí un orgullo que solo las tejedoras y las abuelas pueden entender.
Coser a mano no es solo una habilidad: es un arte de precisión, paciencia y respiración profunda.

😌 Reflexión del Día

La costura a mano te humilla... y luego te recompensa.
Es como una maestra estricta: exige tu atención, tu pulso, y tu mejor luz natural. Pero al final, si te esfuerzas, te devuelve una pieza bien hecha y un ego bien inflado.

Mañana probablemente vuelva a mi máquina circular. Pero hoy, la aguja me enseñó humildad. Y un poco de dolor en el dedo.

8.5.25

🧵 Diario de una Tejedora en Apuros - Día 3

 Día 3: Mi gato cree que la lana es suya. Estamos en guerra.

Hasta ahora todo iba bien: yo tejía gorros, el mundo giraba, y mi máquina de tejer circular me miraba con esa expresión de “venga, uno más”. Pero hoy apareció el enemigo natural del orden y del ovillo perfecto: mi gato.

Hasta este momento, él había sido un espectador pasivo. Se limitaba a observar desde el sofá, juzgando en silencio mis decisiones de color. Pero esta mañana… esta mañana se desató la locura.

Clásico : Yo intentaba montar un gorro en tonos tierra, muy bonito, muy Pinterest. De pronto, escucho el clásico ruido: “rrrriiiiiipppp”. Giro la cabeza. El ovillo está rodando por el suelo, y detrás va mi gato, emocionado, feliz, como si le hubiera comprado el juguete del año.

Y claro, no solo lo desenrolló. No. Lo convirtió en una instalación artística moderna, con lana enredada en las patas de la mesa, la silla, sus bigotes, y (no me preguntes cómo) en el respaldo de mi silla.


😾 Cosas que los gatos no entienden sobre el tejido

  • Que los ovillos no son pelotas.

  • Que la lana no se come.

  • Que si se mete en la bolsa de materiales, puede morir aplastado por 6 conos de hilo y una aguja circular.


🧵 Intenté poner límites… fracasé

Le dije “no”. Me ignoró.
Lo saqué del cuarto. Volvió.
Le puse una caja. Se sentó en la máquina.

Resultado: hoy no tejí nada. Pero mi gato tiene un nuevo lugar favorito para dormir: la bandeja de hilo color beige.

A este punto estoy considerando hacerle su propio gorro, a ver si se calma.

🧶 Consejo para tejedoras con mascotas:

  1. Cierra tu espacio de trabajo. Si no tienes puerta, improvisa con una barrera (tipo apocalipsis zombi).

  2. Guarda los ovillos en bolsas herméticas. A prueba de garras y lenguas.

  3. No uses lana con textura divertida. Es una provocación visual felina.

  4. Distráelo con otro juguete. O un ovillo viejo, que ya hayas llorado por él.

🤷‍♀️ Reflexión del Día

Hoy no fue productivo, pero fue... educativo.
Aprendí que compartir casa con un gato y una máquina de tejer circular es como vivir con dos personalidades intensas: una que quiere producir sin parar, y otra que quiere destruir por diversión.

Y aquí estoy yo, en el medio, preguntándome si es demasiado pronto para empezar un proyecto nuevo... o para mudarme.


7.5.25

🧵 Diario de una Tejedora en Apuros - Día 2

Día 2: Quería hacer un gorro, terminé haciendo siete. ¿Es esto normal?


Ya pasaron 24 horas desde que traje a casa a mi nueva mejor amiga: la máquina de tejer circular. He dormido poco. He comido mal. Pero tengo una pila de gorros que podría abastecer a medio pueblo en caso de tormenta polar.

Todo comenzó con un propósito inocente: “Voy a hacer un gorro para mí”. Corto, sencillo, en color burdeos. Algo discreto, funcional… pero ya sabemos cómo terminan esas historias.

Después del primero pensé: “Uy, qué rápido fue esto. Seguro otro en gris me viene bien”. Luego uno en mostaza, porque está de moda. Luego uno en azul, para el frío emocional. Luego uno multicolor “por si acaso”. Y así, sin darme cuenta, había creado un ejército de gorros.

Y el problema no es hacerlos. El problema es que quiero seguir haciendo más. La máquina va tan fluida, tan hipnótica, que da gusto usarla. Es como meditar, pero con resultados textiles.

Sí, estoy empezando a sonar como una persona que necesita intervención.

😅 Cosas que aprendí entre gorro y gorro

  • No todos los ovillos son iguales. Algunos son suaves como nubes. Otros parecen hechos de estropajo reciclado.

  • Cierra bien los extremos del gorro. Si no, acabas con algo que parece una bolsa de verduras.

  • Si dejas los gorros tirados por la casa, la gente asume que estás montando un puesto en la feria.

🧶 Tips para quienes están empezando (y aún tienen control)

  1. Empieza con hilo no muy grueso. Te facilita la vida y el gorro se termina en media hora.

  2. Vigila las vueltas. Sí, sé que da pereza, pero así evitas terminar con un gorro para gigante o uno que le quede al gato.

  3. Guarda tus gorros. O alguien te va a decir “¿me haces uno?”… y se llevan el que era para ti.

🤔 Reflexión del Día

La máquina de tejer circular tiene algo adictivo. Es como ver una serie: siempre quieres “un episodio más”, o en este caso, un gorro más. Me prometí parar después del cuarto. Pero el séptimo ya está en la bolsa de “regalos para cuando no sé qué regalar”.

La buena noticia: tengo gorros para todo el invierno.
La mala: no hay señales de que quiera parar.