Día 4: Cuando la aguja de coser se convierte en tu mejor amiga... y en tu peor enemiga
Hoy tuve un reencuentro.
Yo y la aguja de coser, esa que había dejado olvidada en un rincón desde que la máquina de tejer circular llegó a mi vida como la nueva estrella del taller. Pero claro, no todo se teje: algunos detalles hay que coser a mano, con cariño... y mucho cuidado.
O eso creí.
Me senté decidida, aguja en mano, hilo perfectamente enhebrado (después de tres intentos y un grito ahogado). El objetivo: cerrar la parte final de un gorro con una costura invisible. Fácil, ¿verdad?
FALSO.
La aguja tenía otros planes: me atacó sin piedad.
Pinchazo uno: tolerable.
Pinchazo dos: molesto.
Pinchazo tres: ya hablaba sola.
🩹 Cosas que me pasaron cosiendo hoy
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Me pinché cinco veces (de las cuales dos fueron en el mismo dedo).
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El hilo se hizo nudo… dentro del gorro. ¿Cómo es eso posible?
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Descubrí que coser en una postura rara puede llevar a calambres existenciales.
✂️ Consejo que me repito como mantra:
Nunca subestimes una aguja.
Pequeña, sí. Inofensiva, no.
🧵 Lo bueno de la costura a mano
A pesar del drama, también hubo momentos zen. Cuando logré que la costura quedara recta y cerrara el gorro perfectamente, sentí un orgullo que solo las tejedoras y las abuelas pueden entender.
Coser a mano no es solo una habilidad: es un arte de precisión, paciencia y respiración profunda.
😌 Reflexión del Día
La costura a mano te humilla... y luego te recompensa.
Es como una maestra estricta: exige tu atención, tu pulso, y tu mejor luz natural. Pero al final, si te esfuerzas, te devuelve una pieza bien hecha y un ego bien inflado.
Mañana probablemente vuelva a mi máquina circular. Pero hoy, la aguja me enseñó humildad. Y un poco de dolor en el dedo.